Aterrizaje de emergencia en el Pirineo
Domingo, 16 de diciembre de 2007
Solucionadas las cuestiones más perentorias, optamos por tomarnos un descanso para bajar el nivel de estrés. Era alucinante la situación. La calma era total, no se oía ni el más mínimo ruido y me recordaba a la calma antes de una galerna que tantas veces he vivido en el mar navegando a vela.
La diferencia fundamental es que en el mar, cuando se da esta calma, es el momento de moverse lo más rápido posible para preparar el barco para la que pueda venir. Un instinto visceral me empujaba a movernos cuanto antes y empezar a construir un iglú en la nieve para refugiarnos por la noche, pero estaba la opción de la cueva y no tenía sentido desplazarnos hasta allí y abandonar el avión que era lo que mejor vería el helicóptero.
Además nos merecíamos un pequeño descanso de unos minutos para celebrar el buen término del aterrizaje, así que me metí en la cabina y volví a preguntarle a mi primo a ver si no tenía nada de nada. Tras su respuesta positiva, empezó el cachondeo. Que si era super seguro volar, porque no pasa nada ni en el peor de los escenarios, que si la imagen de los sarrios corriendo por la nieve merecía la pena, que si vaya planazo de fin de semana, que qué completo, jejeje.
La verdad sea dicha, había elegido al mejor copiloto para darnos una leche en el Pirineo. ¡Vaya compañía! ¡Así da gusto!
Con la alegría en el cuerpo por haber salido ilesos, mi primo sugirió hacer fotos del accidente, por lo inusual de una situación así. Esta será la historia de nuestra vida para cuando seamos abueletes, si es que llegamos a serlo, jejeje.
Alejándome del avión para sacar las fotos de la escena de la toma, alcé un poco la mirada y me quedé sorprendido ante la mala leche de los sarrios que me distrajeron en el segundo más importante del vuelo, el segundo incial. Nos miraban con cara de desafío desde la colina donde los habíamos divisado por primera vez. ¡Parecían cachondearse con prepotencia de nosotros!
Bueno, a fin de cuentas, ellos también tenían derecho a cachondearse de nosotros y, más aún, habiendo salido bien. Nosotros les habíamos asustado a ellos con nuestro ruido y ellos se habían resarcido dándonos un susto de muerte, :-)
La naturaleza es caprichosa y mejor no meterse con el entorno, porque tiene muchos más recursos que nosotros para equilibrar la balanza. Aunque realmente mi intención no era asustarles, lo cierto es que lo hice y ellos se vengaron proporcionalmente.