Aterrizaje de emergencia en el Pirineo
Domingo, 16 de diciembre de 2007
El tiempo iba pasando y allí no se oía ningún helicóptero y la frecuencia de emergencias seguía en silencio. Eran ya las 1700 y nos quedaba poco menos de una hora para que se empezase a hacer de noche. Los límites se estaban estrechando...
Como piloto al mando me sentía responsable de que la historia tuviese un final feliz y lo veía complicado. En una conversación con el Jefe del Campo de Vuelo, me transmitía que había una alta probabilidad de que tuviésemos que pasar la noche allí y que nos hiciésemos un agujero en la nieve y nos pasásemos toda la noche pegándonos el uno al otro para no dormirnos y morir congelados.
El paisaje era precioso y las últimas luces del día daban un aspecto precioso al Pirineo. Una opción era intentar bajar hasta el valle de Belagua, pero no teniendo cartografía en detalle de la zona, lo mismo podíamos empezar a andar y encontrarnos con una cortanta que nos dejase en medio de un lugar desconocido por todos y sin posibilidad de seguir hacia abajo.
Teníamos que agotar el tiempo de espera hasta el último minuto.
Ya se acercaban las 1730 y no sabía cuanto tiempo necesitaría el helicóptero para llegar hasta nuestra zona y luego volver, con lo que ya daba por perdida la posibilidad de que nos rescatasen a tiempo.
La situación era crítica y había que empezar a pensar en actuar y tomar las riendas de nuestro futuro de nuevo. La posibilidad de un rescate por helicóptero no parecía viable, así que tendríamos que salir del avión e ir hacia la cueva para organizar el vivac.
También tenía unos 45 litros de combustible en el avión que quizás sería bueno sacar para idear algún tipo de calefacción dentro de la cueva. Quizás empapando la sábana o haciendo una especie de quinqué con el bote del aceite que siempre llevo a bordo podríamos generar algo de calor...