Viaje
a Toledo (1 de 3)
Por
fín se acerca el fín de semana y la previsión
no parece mala. El sábado por la tarde parece que hay cierta
probabilidad de lluvia por el noreste de Castilla-León
y La Rioja, pero para entonces ya estaremos por Toledo.
El
día anterior le llamo a Antonio Aguilera para preguntarle
si habrá posibilidad de hangarar el avión a lo que
me contesta que ya intentarán hacerme un hueco y que habrá
gente el sábado hasta las dos de la tarde. En principio,
no hay mayor problema, porque tanto mi acompañante como
yo somos madrugadores cuando de volar se trata, así que
tenemos la recepción asegurada.
El
sábado me despierto a las seis de la mañana, me
tomo un cafecito en casa y me siento en el ordenador para analizar
la evolución de las previsiones meteo desde ayer a la noche.
Todo parece que sigue según lo previsto, pero... ¡Ostras!
¡Si no tengo llave de hangar y además están
previstas bajas temperaturas y la isobara de 1020 cruza de norte
a sur la península en solitario!
Nada,
paciencia. No tengo llaves para entrar en el hangar, con lo que
da igual que aparezca en el campo a las 0730, porque no voy a
poder acceder a mi avión para ir preparando todo. Además
seguro que hay nieblas o visibilidad muy reducida, porque no habrá
nada de viento y ya entramos en la temporada invernal. Me dedico
a leer el correo, preparar un esquema del plan de vuelo, leer
un rato...
Finalmente
llego a éso de las 1030 al campo. Ya hay gente y la visibilidad,
aunque reducida por las brumas, es suficiente. El problema es
el techo de nubes que no pasa de los 700 pies. El Campana está
preparándose para despegar, así que voy a disponer
de un ULM sonda que me señalará si en efecto el
techo es suficiente para despegar y coger una mínima altura
de seguridad.
Voy
sacando el avión y haciéndole la revisión
cuando oigo el ruido de toda la potencia del Campana iniciando
la carrera de despegue. Despega pronto del suelo y cuando no ha
llegado a lo que a mí me parece 400 pies inicia un giro
a izquierda y se pierde de la vista tras el encinar lateral. La
sensación desde tierra es de que el techo de nubes está
bastante más alto, no sé porque habrá hecho
el giro tan bajo... ¿Manías de cada uno? Le consultamos
por radio y nos confirma que el techo está a unos 800 pies.
Bueno, no está mal.
Termino
de hacer la revisión y me monto con un colega del campo
para dar una vuelta y mirar si hay agujeros entre las nubes hacia
el oeste dirección Burgos.
Con
los dos depósitos llenos (90 litros que equivaldrán
a 75 kg), el equipaje (unos 10 kg) y mi compañero ocasional
de viaje (110 kg), la carrera de despegue se asemeja al despegue
de un buitre desde el fondo de un valle: interminable! ¡Llevo
200 kg más que lo que es habitual!
El
despegue resulta hasta gracioso, pero la capacidad de trepada
del P96G puede con éso fácilmente una vez que lo
limpio quitando flaps. Nos dirigimos hacia el oeste y descubrimos
que la capa de nubes se va rompiendo y ya aparecen ciertos claros.
Nos metemos por uno de los agujeros a 140 km/h y nos situamos
encima de la capa de nubes, siempre girando de vez en cuando para
vigilar que no se cierre el agujero por el que hemos subido. Sigo
cogiendo altura y veo que cerca ya son más abundantes los
agujeros que las nubes. Cojo altura para asegurarme un planeo
hasta el agujero de subida y avanzo hacia el sur-oeste hasta encontrarme
a planeo de la zona sin apenas nubes. Bueno, por el sur-oeste
no está tan mal, es más, está muy bien. Estupendo!
Doy
la vuelta y me lanzo hacia el agujero de partida, pero ya no lo
tenemos a la vista, así que elijo otro donde parece que
hay altura suficiente, que además coincide con un pequeño
cañoncito en el terreno (no vaya a ser que haya calculado
mal la altura de las nubes con respecto al suelo y así
tendré unos metros más de emergencia). Bajamos haciendo
una espiral ancha y veo que en esta zona el techo está
realmente bajo, menos de 500 pies, aunque éso sí
con algunos agujeritos.
Nos
dirigimos hacia el campo de vuelo y me incorporo en viento en
cola izquierda para la 17. El viento está totalmente de
través viniendo del este y además sopla con fuerza.
Como la pista tiene encinares de unos 3 metros de altura a los
lados, el gradiente cuando uno se mete a su altura, no es gradiente,
es desvente total y se necesita bastante velocidad extra.
Contando
con ello, en final tengo que meter un poco de motor para conseguir
una velocidad de 120 km/h, pero cuando nos introducimos en el
desvente, el avión se desploma bruscamente, dejo que caiga
y en el último momento doy un palancazo hacia atrás
para no dejarnos el morro en el suelo.
El
salto es espectacular. Las manos me sudan a chorretones, pero
el tren de aterrizaje tipo ballesta parece ser lo suficientemente
robusto para poder con el peso habitual más los 200 kg
de más. Al segundo contacto con la tierra tiro de nuevo
bruscamente de la palanca y el avión ya se queda en el
suelo. Buf! Vaya pedazo de susto! Miro a mi acompañante
y todavía está boquiabierto. Le pido perdón
por no haber calculado con el peso extra e intento relajarme.
Comiezo
a rodar hacia el hangar levantando los flaps y me digo: Ésto
no puede quedar así.
Le
pregunto a mi sufrido acompañante si le importa que hagamos
otra toma, pero esta vez con más velocidad y teniendo en
cuenta el peso extra y para mi sorpresa me contesta positivamente.
Si es que hay gente que estamos enganchados al vuelo más
allá de la última frontera...
Despegamos
de nuevo con la misma carrera interminable, hago un circuito a
500 pies y en final mantengo un poco más de altura. Entro
en final con 10º de flaps y ya en corta final, una vez superada
la barrera de las encinas de la cabecera 17, introduzco full-flap
y hago una recogida más aceptable aterrizando con un contacto
medio. Bueno, ésto ya es otra cosa. No ha sido perfecto,
pero ha sido un aterrizaje, no un aporrizaje como el anterior.
Sólo
queda cambiar de acompañante y podemos salir hacia Toledo.
Además el motor ya está caliente.
Por
supuesto, lo primero que pregunto al nuevo copiloto es su peso.
68 kg. Éso está mejor, jeje.
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