Viaje
a Toledo (2 de 3)
No
conseguimos despegar hasta las 1200 por un montón de compromisos
de paseos, saludos, revisiones, asamblea piloto-copiloto para
decidir la ruta a seguir, colocación del equipaje, despedidas,
...
Obviamente
no vamos a llegar a Toledo para las 1400 con lo que no encontraremos
a nadie... Bueno, que se le va a hacer, el avión tendrá
que dormir en la calle como el resto de la tripulación.
Tampoco es nada nuevo en mis viajes por la península. Además
lo que nos gusta a los dos es volar y a éso es a lo que
vamos, así que tampoco es tan malo, aunque salgamos tarde.
Me
da pena por Antonio, al que tenía ganas de volver a saludar
y que tan bien se portó la última vez que estuve
allí con mi compañera, saliendo del trabajo para
ir a buscarnos y acercarnos a la parada de autobus de enfrente
de su ferretería, pero ya habrá más ocasiones...
Tras
apuntar los rumbos a seguir y el tiempo estimado de paso por distintos
puntos de chequeo, iniciamos el procedimiento de despegue: Atados,
Mandos (izquierda arriba), Instrumentos (flaps hacen todo su recorrido
y vuelven, parando a mitad de camino para comprobar que también
se paran y dejando 10º que coinciden con la máxima
deflexión de los alerones y quedan alineados en ambas alas),
Combustible y Cabina cerrada, Observamos.
Todo
correcto, ¡allá vamos!
La
carrera de despegue no tiene ni punto de comparación. Ahora
sí parece que es un pájaro y no un buitre despegando.
Cojo 500 pies y quito flaps. Dejo que coja velocidad girando a
la derecha rumbo a Burgos y, tras salir del viraje, quito la bomba
auxiliar de gasolina. Cuando pasamos por encima de Castañares
el teléfono móvil nos indica que son las 1415. ¡Vaya
par de pilotos! ¡No es que no tengamos cronómetro,
es que ni siquiera llevamos un reloj que funcione!
Antes
de llegar a Burgos, ya inciamos un viraje hacia el sur para ir
más directos, pero nos encontramos con una nube de enorme
extensión y negra como el tizón. Me voy a meter
bajo ella para aprovechar las ascendencias, pero empieza a precipitar
un fina lluvia. Bajo las revoluciones a 2000 rpm y me desvío
hacia el oeste para esquivarla, porque las ascendencias ya no
estarán presentes y la hélice es demasiado cara
como para someterla a esos endiablados proyectiles húmedos.
Voy
bordeando la nube, cuando nos fijamos en la sombra de otras nubes
que en esta zona el viento es del sur, tal y como estaba previsto.
Sigo bordeando la nube y cuando estoy en su barlovento me desvío
del rumbo hacia el este para ver si consigo algo de ascendencia,
pero nada de nada, así que seguimos rumbo hacia el sur.
Vamos cogiendo altura y no desaprovecho ninguna ocasión
para jugar con pequeños cúmulos que cruzamos en
nuestro camino para desesperación de mi esforzado copiloto
que pretende un trayecto rectilíneo.
Al
paso por el este de Lerma, mi copiloto me advierte de la visión
del imponente parador de Lerma, una construcción de principios
del siglo XVII, encargada por el Duque de Lerma, Francisco Gómez
de Sandoval y Rojas, para Felipe III.
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